sábado, 13 de septiembre de 2014

The Dispossessed de Ursula K. Le Guin, un libro memorable

El reto de enumerar diez libros importantes para mí, al que me invitó Argénida Romero, me ha llevado a abrir The Dispossessed de Ursula K. Le Guin, una novela que leí hace exactamente 19 años. Esta novela constituyó mi primer acercamiento al anarquismo a través de la ficción.

The Dispossessed es una novela utópica. Tal vez, una novela de tesis en el sentido de que la autora se embarca a probar que aun la sociedad menos restrictiva, evolucionará siempre hacia la coerción de los derechos individuales, y llegará a ser opresiva. Incluso, una sociedad organizada siguiendo los supuestos del anarquismo terminaría por traicionar sus principios de no coerción. De ahí que el anarquismo nunca deba aspirar a la organización estructural de la sociedad.

A pesar de que la novela está impregnada de las ideas anarquistas de la escritora, no es un panfleto. Es una obra de ficción que se lee maravillosamente. The Dispossessed es de esa ficción que a mí me gusta, la cual a través de lo inventado subraya lo real; que siendo abiertamente ficticia, te lleva a reflexionar sobre el mundo extra-textual.

The Dispossessed es una novela inteligentemente concebida, repleta de ideas de varias procedencias. Fue una novela leída a destiempo, tal vez, porque la leí dos o tres años después de empezar a aprender inglés. Me impresionó muchísimo, pero también la encontré difícil de leer por la barrera del idioma. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que me enamorara de Ursula K. Le Guin y me apasionara la novela.

Me gustaría leerla de nuevo, y ver si me sigue causando el mismo efecto. Tengo gran admiración por Ursula Le Guin, no sólo por su talento e imaginación, sino por ser fiel a sus ideas revolucionarias todas estas décadas. Es una de las pocas escritoras radicales de nuestro tiempo, una mujer que nada contra corrientes, cuya voz se escucha en momentos cruciales.

La última vez que la vi combatir el statu quo fue en su defensa de los manifestantes de Occupy Wall Street, al denunciar la ofensiva coordinada entre el gobierno federal y las autoridades locales, desde Oakland hasta Nueva York, para desmantelar los asentamientos del movimiento.

Les dejó el inicio de la novela, que a mí me encanta, y de algún modo, tal vez, influyera en mi concepción de la frontera como idea, como punto físico cuyo fin es, a la vez, encerrar, excluir al otro, e enarbolar la bandera del nacionalismo burgués que yo rechazo. Obviamente, no espero que nadie esté de acuerdo con mi radical postura.

Capítulo 1

“THERE was a Wall. It did not look important. It was built of uncut rocks roughly mortared. An adult could look right over it, and even a child could climb it. Where it crossed the roadway, instead of having a gate it degenerated into mere geometry, a line, an idea of boundary. But the idea was real. It was important for seven generations there had been nothing in the world more important than that wall.

Like all walls it was ambiguous, two faced. What was inside it and what was outside it depended upon which side of it you were on.

Looked at from one side, the wall enclosed a barren sixty-acre field called the Port of Anarres. On the field there were a couple of large gantry cranes, a rocket pad, three warehouses, a truck garage, and a dormitory. The dormitory looked durable, grimy, and mournful; it had no gardens, no children; plainly nobody lived there or was even meant to stay there long. It was in fact quarantine. The wall shut in not only the landing field but also the ships that came down out of space, and the men that came on the ships, and the worlds they came from, and the rest of the universe. It enclosed the universe, leaving Anarres outside, free.

Looked at from the other side, the wall enclosed Anarres: the whole planet was inside it, a great prison camp, cut off from the other worlds and other men, in quarantine.

[…]

People often came out from the nearby city of Abbenay in hopes of seeing a spaceship, or simply to see the wall. After all, it was the only boundary wall on their world. Nowhere else could they see a sign that said No Trespassing. Adolescents, particularly, were drawn to it. They came up to the wall; they sat on it. There might be a gang to watch, offloading crates from track trucks at the warehouse. There might even be a freighter on the pad. Freighters came down only eight times a year unannounced except to syndics actually working at the port, so when the spectators were lucky enough to see one they were excited, at first. But there they sat, and there it sat, a squat black tower in a mess of movable cranes, away off across the field. And then a woman came over from one of the warehouse crews and said, “We’re shutting down for today, brothers.” She was wearing the Defense armband, a sight almost as rare as a spaceship. That was a bit of a thrill. But though her tone was mild, it was final. She was the foreman of this gang, and if provoked would be backed up by her syndics. And anyhow there wasn’t anything to see. The aliens, the offworlders, stayed hiding in their ship. No show […]” (The Dispossessed, 1-2).

He aquí otra entrada de 2006 con el mismo tema. En aquellos años hablaba el señor Bush de alzar un muro en la frontera con México, a lo que por supuesto me oponía, y me sigo oponiendo. No sólo en EE.UU. sino en la República Dominicana en la frontera con Haití, en Israel, y su muro del apartheid para excluir a los palestinos, y en cualquier otra parte del mundo.